Últimamente la parrilla televisiva está inundada de
programas de cocina y tú, que te los zampas todos igual que yo, tienes que ver
desfilar ante tus narices platos muy resultones, a veces incluso, auténticas
obras de arte, las cuales piensas, ingenuamente, que solo van a poder disfrutar
tus retinas o, como mucho, tu estómago en días señalados cuando pises un
restaurante aún a riesgo de dejar a tu cartera tan famélica que le rujan hasta
las costuras durante un mes.
Estos programas de televisión, además, suelen tener su
página web donde cuelgan recetas. Reconócelo, más de una vez te has
envalentonado y al ver algunas has pensado en hacerlas, sobre todo cuando ibas
a invitar a amigos o familiares a comer a tu casa y querías vacilar un poco. Sé
lo pasó entonces: después de leerlas fuiste a tu cocina pero en la despensa no
había nitrógeno líquido, no encontraste junto a la tostadora o la cafetera una
máquina de envasar al vacío, ni tampoco tenías en el patio una maceta con citronela
fresca, y claro, así no hubo manera… Quisiste jugar a ser un Top Chef y te salió mal porque no tenías
medios. Por eso, volviste al sofá derrotado.
Pues te voy a decir una cosa: levanta tus posaderas ahora
mismo porque eso se ha acabado. Te voy a demostrar que se pueden hacer platos
deliciosos y muy atractivos visualmente con productos básicos que nunca faltan
en tu cocina y, lo que es mejor, sin electrodomésticos sofisticados. Para ello
vamos a recurrir a un clásico malagueño: el ajoblanco.
Hay tres aspectos a los que siempre presta especial atención
un buen cocinero: los productos de su tierra o de la tierra en la que cocina,
el toque de creatividad en la elaboración sin olvidar que el sabor es lo más
importante y la presentación. Todo esto
lo he tenido muy en cuenta en la receta que hoy te traigo.
Los ingredientes
básicos de un ajoblanco son: almendras, pan, ajo, aceite de oliva, vinagre y
agua. Pero, para hacer un ajoblanco algo diferente, te traigo una versión que,
además, incluye dos nuevos ingredientes: piñones y huevo. Las cantidades
exactas que vas a necesitar son: 50 ml. de aceite de oliva, 150 gr. de pan, 75
gr. de almendras crudas, 75 gr. de piñones, 1 huevo cocido, 1 diente de ajo,
500 ml. de agua, sal y vinagre al gusto.
La elaboración es
tan simple como batir todos los ingredientes y meterlo luego en la nevera.
Lo bueno de esta sopa fría es que combina tanto con un
acompañamiento dulce como salado y eso nos va a permitir “jugar” mucho con la presentación. Te propongo algunas
ideas para ambas alternativas.
¿Qué te parecería sorprender en la mesa con un delicioso
ajoblanco de piñones con reducción de Moscatel acompañado de una brocheta de
frutas? Suena delicioso, ¿verdad? Pero sé que para quienes tengan problemas de
azúcar esto es una bomba de glucosa en sangre. No hay problema; siempre tengo
una segunda opción. ¿Qué te parecería sorprender en la mesa con un delicioso
ajoblanco de piñones con boquerones en vinagre y unas gotas de oro líquido
andaluz?
¿Impresionado? No te preocupes, lo de los nombres no es más
que literatura, algo así como cuando yo digo que voy a hacer manzana de la tierra cortada en
bastones y acompañada de emulsión de huevo, aceite y ajo, es decir, unas
patatas fritas con alioli. Usa esos
nombres solo cuando necesites abrumar a tus comensales con un ataque de
pedantería culinaria. Por el contrario, las ideas que te traigo, como siempre,
son muy sencillas.
Para la opción dulce, te recomendaría verter el ajoblanco en
una copa. Luego, en vez de regarlo con unas gotas de aceite de oliva, como
suele ser lo típico, yo te propongo hacerlo
mejor con una reducción de Moscatel. Necesitarás 100 ml. de un buen Moscatel
malagueño por cada 100 gr. de azúcar. Ponlo a fuego medio y ten mucho cuidado
de no pasarte con el tiempo de reducción. La idea es conseguir una especie de
jarabe, no una pasta densa. Puedes agregar a la presentación fruta cortada en
trozos pequeños, decorando la copa o insertadas en una brocheta. La uva
moscatel, la manzana o el melón son las que, por su sabor, mejor combinan con
el ajoblanco.
En cuanto a la opción salada, ¿te has fijado que en muchos
bares y restaurantes acompañan al ajoblanco con un par de anchoas? A ti,
malagueño, el mar Cantábrico te coge algo lejos y recuerda que hoy pretendemos
tener muy en cuenta tu tierra. Sin embargo, en la costa malagueña tienes un
pescado azul perfecto para acompañar esta sopa: el boquerón. Sobre un plato,
vierte una fina capa de ajoblanco y dispón unos tres o cuatro boquerones en vinagre enrollados
sobre sí mismos. Para finalizar, agrega un poco de perejil fresco picado y unas
gotas de aceite de oliva.
Y ahora dime, ¿tiene algo que envidiar uno de estos platos
al de un Top Chef?
*Publicada en la sección de Gastronomía de LA VOZ DE HOY http://lavozdehoy.com/voces/gastronomia.html
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