Soy una gran defensora de posturear entre fogones pero, soy
consciente de que, a veces, eso no es suficiente y hay que llevar el postureo
al mundo de las ideas (estoy de un “platónica” últimamente…).
Esta semana me había propuesto ilustrarme un poco sobre cine
clásico porque ese es un tema con el que uno siempre queda bien en esas charlas
presuntuosas y super trascendentales entre gafapastas o esas pseudointelectuales que tienen lugar con
un par de cervezas de más y, ahora que ha empezado la temporada de apalancarse
en las terrazas al amparo del microclima, sé que voy a verme en una de esas muy
a menudo. Esta es como mi particular operación bikini.
Dado que no estoy muy versada en el mundo cinematográfico,
decidí no jugármela y apostar por una figura muy controvertida pero
suficientemente conocida, el maestro del suspense: Alfred Hitchcock.
Si a estas alturas ya estás viendo por dónde voy:
¡enhorabuena! ¡Eres tan friki que este verano serás el alma de las
conversaciones en terrazas! (aunque yo te aconsejo que no vomites toda tu
sapiencia en una tarde porque si el tema no les interesa a tus acompañantes,
por mucho microclima que haya en la terraza, se les van a derretir las
seseras).
Si, por el contrario, aún no me estás viendo venir, te
explico el chiste. A poco que indagues sobre el señor Hitchcock descubres que,
además de su afición desmedida por las protagonistas de cabellera oxigenada,
era un hombre de buen yantar al que le perdía una suculenta mesa.
Según dicen, uno de sus platos favoritos era la quiche
Lorraine. La quiche, es una tarta salada muy típica en la gastronomía francesa
que se elabora con una base de masa quebrada, nata, huevo y diferentes rellenos.
Concretamente, la quiche Lorraine debe su nombre a la región dónde fue creada y
la particularidad es que lleva queso y bacón. Es la versión más clásica.
Así que, el difunto
Hitchcock me dio la idea de la receta de esta semana. Como está riquísima, se
puede comer templada o fría y es muy fácil de hacer, me pareció que era una
receta perfecta para traerte en esta época en la que ya va apeteciendo poco
pasar demasiado tiempo en la cocina (menos aún si hay fogones de por medio) y en la que, a la par,
uno va queriendo alejarse del cuchareo.
Toma nota a los ingredientes.
Necesitas masa quebrada (la que venden congelada o refrigerada en cualquier
supermercado te da el apaño; ponerse a hacerla personalmente me da pereza hasta
a mí), 4 huevos, 200 ml. de nata para cocinar, 200ml. de leche, 120 gr. de bacón,
100 gr. de queso elemental, 50 gr. de queso rallado, aceite, sal y pimienta.
Además de papel de aluminio y un puñado de cualquier legumbre (ya verás para
qué).
Para la elaboración,
lo primero que tienes que conseguir es un molde. Vale cualquier molde de horno
redondo y de poca altura, aunque lo ideal es el molde rizado o de tartaleta. Yo
uso uno que, además, es muy bueno para desmoldar la quiche cuando está hecha
porque se abre por abajo. Pero puedes usar el que tengas por casa.
Extiende la masa sobre el molde. Haz algunos agujeros con un
tenedor sobre la base, coloca papel de aluminio y un puñado de alguna legumbre por
encima para darle peso y que no suba la masa y mételo quince minutos al horno a
180º. Esto de darle unos
minutos previos de horno a la masa es para que no se quede cruda. Mientras
tanto puedes hacer el relleno.
Bate los huevos junto con la nata y la leche. Agrega el
queso cortado a cuadraditos (se podría usar queso rallado pero yo lo prefiero
así porque le da una textura muy cremosa a la quiche cuando está
templada), el bacón (frito previamente)
y salpimienta al gusto (te aconsejo que
eches poca sal porque el relleno ya de por sí es salado).
Vierte el relleno sobre el molde con la masa y mételo al
horno durante cuarenta minutos a 180º.
Esto ya es algo muy personal, a mí me gusta, cuando lleva
treinta minutos en el horno, agregar queso rallado por encima, aunque puedes
prescindir de este paso.
Esta es la quiche Lorraine que a mí me fascina pero, como
siempre, te sugiero que seas creativo y te las ingenies para, además, crear tu
propia versión de la quiche. En este
caso, puedes agregar otros ingredientes al relleno (verduras, atún,
champiñones…).
Y ya, si haces una quiche Lorraine para una cena mientras
visionas una de las películas de Hitchcock imagínate qué tremendo homenaje le
vas a hacer. Eso sí, ten cuidado no se le vaya a hacer la boca agua donde
quiera que esté y, vertiginosamente, se levante de entre los muertos para catar
tu quiche. Yo cerraría las puertas y evitaría la ducha esa noche. Por si acaso…
*Publicada en la sección de gastronomía de LA VOZ DE HOY
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