Hay chicas que sueñan con ser como Beyoncé mientras que yo sueño con ser como Javier Olivares. Más
que nada porque la genética en mis caderas se tomó muy a pecho aquello
de que ancha es Castilla, así que curvas yo ya tengo. Y porque bailar como la
diva te debe de dar, por lo menos, lumbago crónico. Y está la Seguridad Social
en España como para coquetear con ella.
No. Yo no quiero
dominar el escenario sino el tiempo. El de fuera y el de dentro. En el que
se vive y sobre el que se escribe.
Hace unos días, en la
página de Facebook de la Delegación de Juventud de mi pueblo, me encontré
con un cartel que anunciaba un encuentro
con Javier Olivares y en el que se leía: «Todo lo que quisiste saber y ahora puedes preguntar sobre el
Ministerio del Tiempo». O lo que es lo mismo, se avisaba que el guionista
creador de la serie, Javier Olivares,
dedicaría parte de la tarde del sábado aguantar estoicamente todas las
preguntas min-histéricas que le quisiéramos hacer, así fueran del tipo: ¿Cuándo
salen las oposiciones para ser funcionario del Ministerio del Tiempo?
Tuve claro que no me perdería ese evento. No porque sea fan
de la serie, tampoco porque sea Licenciada en Historia y ni siquiera porque sea
escritora, bueno, esto último lo pretendo, que no es poco. Sino porque con
Javier Olivares me ocurrió un día lo que con Philip Roth hace unos años. Cuando
leí “El lamento de Portnoy” de Philip Roth sentí envidia, muchísima envidia que
pronto se tornó en admiración, pues sabía que nunca había leído nada igual,
nunca me había encontrado con una técnica literaria así y yo quería escribir de
esa forma, con mi sello, pero con esa maestría. Me volvió a ocurrir lo mismo al
ver primer capítulo de El Ministerio del Tiempo, sentí envidia, ¿por qué nunca
se me había ocurrido a mí una idea así? Sabía que estaba ante un producto
diferente y ante una idea rompedora que a mí no me encajaba ni en TVE,
sinceramente.
Ayer, sábado 8 de octubre, acudí al encuentro acompañada por
dos amigas, que no querían perder la oportunidad de hacerle preguntas al
creador de una serie que nos tiene tan enganchadas.
De riguroso negro, como es habitual en él y como si jugara a
ser el esbozo de un personaje que aún está por dibujar, Javier Olivares llegó a tiempo y lo detuvo. Me di cuenta ya casi
cuando finalizaba su intervención, al sentir vibrar mi móvil sobre mis piernas,
dentro de mi bolso. ¿Acaso fui la única que reparó en ello? No, una de mis
amigas también lo hizo. De las veinte o treinta personas que acudimos a
escucharle, ninguno había sacado el móvil durante toda su intervención más que
para tomar alguna fotografía. Tan solo se escuchó el tono de un móvil que fue
desatendido.
En los tiempos que corren, con esa tendencia estúpida a
creer que el móvil es una prolongación digital de nuestro propio brazo, ¿no es
increíble que alguien consiga embelesarnos —parar el tiempo, me gusta pensar a
mí que tengo cierta tendencia novelera—hasta el punto de que se nos olvide todo
lo demás?
Javier Olivares es un buen orador, qué duda cabe, y como buen
orador sabe jugar con el tiempo, no solo detrás de la pantalla.
Respondió a las preguntas de los allí presentes. La gente
quería saber sobre la tercera temporada
de El Ministerio del Tiempo, aquella que los fans de la serie temimos que no
se materializara. Nos contó lo que pudo, que tampoco era plan de hacer spoiler
él mismo. Habrá más presencia del Atlántico, dijo, para que también se sientan identificados
los muchos seguidores que tiene la serie al otro lado del charco y para hacer
capítulos más internacionales. Habrá tres o cuatro viajes. Pero, hayamos leído
lo que hayamos leído en presa, nos aclaró que la serie sigue sin tener el
presupuesto de una superproducción, vaya, que tampoco podemos pedirle peras al
Olmo.
En cuanto a la patrulla, a todos nos corroen las mismas
dudas: ¿estará Rodolfo Sancho? ¿Y Hugo Silva? ¿Habrá alguna baja de personajes
importantes? Aún están en negociaciones así que poco pudimos sacar en claro.
Pero me parece a mí que los ministéricos tendremos que ser bastante
comprensivos en ese aspecto porque, como es lógico, la larga demora entre
temporada y temporada hace que los actores tengan que seguir rodando, valga la
redundancia, y a veces sus nuevos proyectos son incompatibles. Solo nos queda
esperar una conjunción astrológica favorable para que haya las menos bajas
posibles.
Por otra parte, la mujer seguirá teniendo mucho peso en sus
tramas, como lo ha venido haciendo con los personajes de Amelia Folch e Irene
Larra. En este aspecto, ayer el guionista nos explicó algo muy interesante y
que quizá ya se hayan planteado algunos seguidores de la serie. Es normal que más
de uno se haya preguntado, ¿por qué
Javier Olivares eligió hablar de un personaje femenino como la vampira del
Raval y no de otro como Clara Campoamor? Las respuesta que nos dio es que la
vampira del Raval fue un personaje importante en su época aunque sea
desconocida hoy día. Sin embargo, Clara Campoamor es un personaje mucho más
conocido que ya se ha tratado incluso en TVE.
De este modo, Javier Olivares hace un homenaje a los
pequeños personajes de la historia que soportaron el peso de la Historia con
mayúsculas. Para hablar de esta idea, Javier Olivares nos regaló una frase más
elaborada y con mejor prosa, que una oyente embelesada no pudo retener. Espero
se me perdone mi poca retentiva. Pero a mí de niña no me contaron cuentos y
cuando escucho a alguien contar historias de la Historia, y éste me atrapa, me
gusta dejarme llevar y fingir que soy una cría a la que aún la Universidad no ha
otorgado ningún diploma inútil y desconoce el final de la trama que le están
narrando.
Javier Olivares también nos habló de lo que es “Historia contrafactual”, es decir, ese
juego o maquinación que tanto nos gusta cuando nos preguntamos ¿qué hubiera
pasado sí…? Como hizo en el capítulo “El tiempo en tiempos de Felipe II” y
todavía hay algún inconsciente a quien la idea le sedujo mucho.
Hora y media larga dieron para enterarnos de muchas
anécdotas, para que Olivares nos ilustrara sus ejemplos con muchos personajes
históricos. Sin embargo, lo que a mí más me interesaba, como ocurre siempre que
admiras a alguien, era su propia historia personal. Conocerlo a él como
personaje histórico. Porque lo es. Quería conocer al hombre detrás del nombre.
Quería escuchar hablar en persona al guionista que habla claro del maltrato que
se sufre muchas veces los de su gremio. Quería escuchar al hombre quien junto
con su hermano, Pablo Olivares, creó una serie para los desencantados con la
televisión y encima la emitió en televisión. Tiene bemoles la cosa.
Afortunadamente, una de mis amigas le preguntó sobre cómo
había pasado de ser historiador a guionista y él le contestó hablándole de su
vida. Así todos los asistentes pudimos conocer que Javier Olivares procede de
una familia humilde con unos padres que querían que estudiara una carrera
porque ellos no pudieron estudiar. Supimos de sus mozalbetes inicios como actor
y de que ahí fue cuando empezó a escribir los guiones para esas obras de teatro.
Y descubrimos algo que era fácil de suponer: desde muy joven sintió esa pasión
por la escritura.
Muchas veces, cuando oigo a alguien decir que quiere ser
pintor, escritor, cantante, actor o, yo qué sé, alcalde de su pueblo, por
ejemplo, lo miro, reparo en esa persona a conciencia y al final la información
que a mí me llega es la de quiero ser famoso y que la gente me envidie. Y no
está mal ese deseo, oye, somos humanos, no perfectos. Aunque otras veces, las
menos, escucho a gente con esos mismos
grandes sueños y descubro que en ellos no son moda pasajera sino una auténtica
pulsión que los atormenta. Yo siempre digo que para mí la escritura es como una
solitaria que tengo anclada en las tripas y que, si no alimento a conciencia,
me terminará consumiendo. A eso me refiero.
Javier nos habló de su hermano Pablo. No nos contó una
historia lacrimógena. Podría haberlo hecho, pero ya he dicho que Olivares
maneja bien el tiempo y sabía que no era el momento. Tampoco creo que le
apeteciera. Ni que su hermano, que en paz descanse, querría que diera ese
enfoque a sus charlas. No sentí lástima de Pablo, ni si quiera cuando Javier
nos confirmó ese subtexto en el capítulo de la despedida de Lorca y Julián que
ya se había empezado a comentar en las redes sociales. Para quién no sepa de
qué va el tema, me refiero a la mítica escena del abrazo cuando Julián se
despide de Federico García Lorca y éste no le avisa de que va a morir. Lo deja ir. Esta escena es la
despedida simbólica de Javier a su hermano Pablo quien, enfermo de ELA,
falleció antes de que se estrenara El Ministerio del Tiempo ideado por los dos.
Y, como decía, yo no sentí lástima por Pablo sino una profunda admiración por
el hombre que escribió en sus últimos días guiones con un ordenador que se activaba
por la mirada. Eso y no otra cosa es pasión por lo que se hace.
Fue una gozada escuchar a Javier Olivares para todos los que
ayer estuvimos presente en el encuentro que ayer tuvo en la Casa de la Cultura
de Los Palacios. Pero para mí, además, fue muy inspirador. Lo necesitaba.
Necesitaba escuchar no solo lo que dijo sino la subtrama de mucho de lo que
contó: su historia personal. Porque lo reconozco, en ocasiones guerreo contra
el tiempo, mi tiempo. A veces me parece que pasa demasiado lento y que las
cosas que anhelo y por las que lucho no terminan de llegar; otras veces siento
que se acelera y no me da tiempo para asimilar los cambios. También hay veces
en las que el tiempo me resulta cíclico y se me antoja una broma de mal gusto
que me arroja una y otra vez al mismo punto de partida.
Pero ayer tarde, escuchando a Javier Olivares, comprendí al
fin que el tiempo es el que es. Y
solo me queda hacer de él algo bueno.
* No podía faltar la foto de recuerdo. A la izquierda una servidora y a la derecha mis amigas Rocío y Úrsula.
Desconocía la historia de su hermano Pablo y me se me han puesto los vellos de punta, no sabía que el capítulo de Lorca fuese por él, esto lo hace aún más emotivo... ¡Gracias por la crónica!
ResponderEliminarHe llegado aquí por el enlace que has dejado en el grupo del Ministerio, y te diré, que tu has conseguido que no pueda dejar de leerte hasta el punto final. Tienes mucho de una gran escritora!
ResponderEliminarGracias, Anais. Tus palabras significan mucho para mí. Un fuerte abrazo ;)
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