jueves, 17 de diciembre de 2015

MARCEL RESS GANA EL TÍTULO DE TOP CHEF EN UN COMBATE MUY ESPERADO



Se la tenían jurada. Anoche, dos pesos pesados de la cocina, se batían el cobre por alcanzar el título de nuevo Top Chef, y recoger el testigo de David García y Begoña Rodrigo.

A un lado del ring, Marcel Ress, un alemán de 27 años que aterrizó en Mallorca hace seis años y a quien la pasión por la cocina le viene desde niño cuando ayudaba en el restaurante de una amiga de su madre.

Al otro lado, Alejandro Platero, un valenciano a quien la vocación por la cocina le llegó ya más crecidito. Aún así, en poco más de diez años ha pasado de trabajar como camarero a ser el propietario de un restaurante en Valencia y haber obtenido el galardón de segundo clasificado como Cocinero Revelación Madrid Fusión 2015. Peccata Minuta, vaya.

Durante el concurso, tanto se habían puesto  la zancadilla Marcel y Alejandro que
en la final se les había colado Mari Paz desbancando, incluso, a Sergio. Aunque Alberto Chicote siempre iba a cuchillo contra Mari Paz, ella se aprovechó del temor que se tenían entre sí el triunvirato formado por Marcel, Alejandro y Sergio, para ir reptando hasta la final gracias a un terreno llano sin muchos obstáculos.

La declaración de guerra formal llegó en el programa 12 cuando Alejandro, aprovechando uno de sus privilegios, fastidió a la madre de Marcel. Eso hizo que fuera la que más tiempo tuvo que pasar sola en cocina pese a que necesitaba usar muleta para andar y no sabía nada de español. Desde ese mismo momento, el alemán se repitió más que el ajo clamando venganza a la menor oportunidad.

Muchos espectadores anhelaban este cara a cara con el morbo de quien espera ver mucha sangre. Pero a mí, personalmente, me hubiera gustado un duelo entre Marcel y Sergio. Me quedé con esa espinita ahí clavada. Por eso, durante la  emisión de la final lo mencioné en un tweet, él me respondió con caritas sonrientes y yo fui feliz. Una, que se conforma con poco.

En esta edición, como en todas, habíamos tenido nuestra buena dosis de personajes variopintos y perfiles especialmente seleccionados para un reality. Montse, la señora mayor adorable en los primeros capítulos y a la que una mala caída le sacó toda la mala uva —quizá ya pasa— que guardaba dentro y empezó a odiar a sus compañeros. La mujer super efusiva que parece que se ha tomado tres Redbulls en ayunas y va “to loca”, María. A poco que uno haga memoria encontrará que María era algo así como el álter ego de Bárbara en la primera edición. Perfiles similares y, por si hay algún despistado leyéndome, no olvidemos que en la televisión las casualidades no existen. A mí, tanto la una como la otra me generaban cierta simpatía, oye. Y, cómo no, en esta edición no faltó el rarito estridente e insoportable al que le alargan la estancia en el programa por el show que da. Hablo de Oriol, que este año ejercía el papel que tuvo el simpático de Carlos Medina en la edición pasada.

Los concursantes expulsados volvieron a Top Chef para que los dos finalistas escogieran, de entre ellos, a sus dos pinches.

Los ex concursantes tuvieron que pasar primero el filtro de una primera prueba: limpiar diez corazones de alcachofa. Oriol, que es un puro bizcochito relleno de amor y espolvoreado con buen rollo, quería que lo escogiera Alejandro para boicotearle la final pero, por suerte, no pasó si quiera la primera fase de la prueba porque al chico, con tanto Freestyle, se le deben haber olvidado un poco las matemáticas y solo presentó nueve corazones de alcachofa. Una pena tremendísima, ya ves tú.

Los seis que pasaron la primera fase tuvieron que cocinar un plato con alcachofas para que los finalistas, en una cata a ciega, eligieran los dos platos que más les gustaban y, así, sus autores se convirtieran en sus pinches.

Tanto Marcel como Alejandro querían agenciarse a Sergio Bastard como pinche e intentaron, por todos los medios, identificar su plato. Creo que durante la final Sergio debió sentirse como la chica popular a la que todos quieren llevar al baile de graduación. Pero el que finalmente lo consiguió fue Marcel. En su equipo también cayó Álex. Y no porque Álex hiciera un plato espectacular sino porque usó la patética estrategia de coger “casualmente” un plato de la cantosa vajilla que más veces había elegido Sergio en el concurso. Quiso jugar a hacerse pasar por Sergio.

Los pinches que con su elección escogió Alejandro fueron Mari Paz y Velandrino. Cuando Alejandro supo cuales serían sus ayudantes puso la misma cara que cuando abres un regalo emocionado el día de Reyes y descubres que son calcetines: «Oh, qué guay, lo que yo quería».

La final fue como en ediciones pasadas, un escenario ostentoso, antiguos concursantes y familiares de los finalistas animando desde las gradas, música épica y de tensión…

La gran novedad fue el jurado. Si el año pasado los finalistas tuvieron que enfrentarse a un jurado compuesto por siete Premios Nacionales de la Gastronomía y por el propio jurado de Top Chef, este año el jurado estuvo formado 25 espectadores escogidos al azar.

Marcel y Alejandro tuvieron que cocinar un primer plato y un postre.

Marcel hizo de primero un plato que él llamó “Dentón con toque de mis raíces” y de postre “Del mar a la montaña”. Mientras que Alejandro cocinó merluza con placton y hierbas del Mediterráneo y de postre una macedonia de frutas tropicales dulces, ácidas y picantes.

 Alberto Chicote dijo que las propuestas de ambos le parecían demasiado arriesgadas para un jurado popular.

Yo, por mi parte, me quedé ojiplática cuando supe que el postre de Marcel llevaba tinta de calamar, yogur de cabra y apio. Me faltan dedos en las manos para contar las veces que he hecho un crumble pero jamás se me había pasado por la sesera agregarle tinta de calamar, ay, estos modernos…

Lo más llamativo del postre de Alejandro era que llevase picante, pero tampoco es una novedad porque el postre de Marc Joli el año pasado era una mousse de chocolate blanco con toques de guindilla. Aunque de los postres de Marc Joli a los de esta edición hay un abismo infranqueable.

Parece que en el primer plato, ambos de pescado, estuvieron muy igualados y que el postre fue determinante para la elección final del jurado popular a quienes convenció más el postre de Marcel. Tras la gala final, en los secretos de Top Chef, Alberto Chicote opinaba que lo que le había faltado al postre de Alejandro era un helado y quizá eso le hubiera hecho cambiar las tornas. Eso ya nunca lo sabremos.


Fuera como fuese, el alemán repescado se hizo con el título de Top Chef en esta tercera edición. Cosa que servidora, mérito a parte, ya se olía desde hacía algún tiempo cuando supo en octubre que Marcel Ress dejaba su trabajo como jefe de cocina en el SimplyFosh, en Palma de Mallorca, para montar su propio restaurante. Sabiendo que la final se había grabado en julio, hice mis cábalas y deduje que este guapete —tenía que apuntillarlo— alemán no se iba a tirar a una piscina vacía. 30.000 euros en metálico, una cocina totalmente equipada valorada en 100.000 euros y la edición de su propio libro de cocina es una piscina bastante llena.

2 comentarios:

  1. Marcel lleva 9 años en Mallorca. Pero por lo demás genial ^^

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  2. Gracias por leer el artículo y por tu apunte ;) Aunque he leído en varios medios e incluso en una entrevista que él ha concedido que lleva 6 años en Mallorca. Sea como sea, año arriba o año abajo, un gran chef y un premio merecido el que se lleva.

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