1- Conversar con otros pacientes para,
sutilmente, dejarles claro que tú estás mucho peor que ellos, tengan lo que
tengan, y que si les atienden antes que a ti puede que te mueras mientras
esperas y, entonces, tendrán que cargar con eso en sus conciencias toda la
vida. No olvides finalizar tu alegato
con una tos carrasposa a modo de punto y final.
2- Recrearte en tu dolor y hacerlo con
la suficiente efusividad como para que tu acompañante y el resto de la sala
sepan de tu sufrimiento. Puedes chillar: me duele, me duele. No vaya a ser que
alguno sea corto de oídos. También puedes pedir un analgésico aunque te acaben
de dar otro.