El título de esta receta no es nada pretencioso. Te lo
aseguro. Hoy te voy a enseñar a hacer la tarta de queso más fácil del mundo.
Sin contar, por supuesto, con esos preparados de sobre a los que alguna vez has
recurrido para salir del paso. Sí, no lo niegues, a todos nos ha tentado la
vena fullera alguna vez en la vida. Pero hay que ser fuerte y resistir, esos
mejunjes, en el mejor de los casos, solo saben a pastillitas de chuches. ¿Las
recuerdas? Esas que antaño vendían engarzadas en un elástico en forma de collar
o pulsera. Las niñas nos pasábamos dos o tres días jugando con tan perecederos
abalorios y cuando nos cansábamos nos comíamos las pastillas, sin importarnos
el polvo que hubieran cogido durante nuestros días de juego. Y adiós bisutería
de azúcar. Claro que gracias a eso, en mi niñez, yo tenía un buen sistema
inmunológico no como ahora que la más mínima motita de polvo me hace estornudar
como si no hubiera un mañana y me deja llorando por las esquinas a moco
tendido.
Algún día escribiré sobre las chucherías de los 90 y sus
extraños beneficios. Pero hoy, ya que te la receta de la tarta de queso que te
traigo es tan sencilla, te voy a ilustrar un poquito porque hace ya algunas
entregas que no te cuento curiosidades históricas.
No sé por qué asociaba el origen de la tarta de queso a
Italia. No ha sido hasta que he me he puesto a rastrear su historia cuando he
descubierto que su origen se remonta mucho tiempo atrás en la Antigua Grecia.
Es evidente que con el paso de los años la receta ha sufrido
muchas variaciones pero el germen estuvo en un pastel de queso que llegó a ser
el alimento de los primeros atletas de los Juegos Olímpicos, nacidos en el 776 a. C., por considerarse una muy buena
fuente de energía.
Entiendo que hoy día nos resulte difícil creer que ese
mazacote delicioso que conocemos como tarta de queso dé energía, porque lo que
a nosotros nos suele dar es un sueño de esos que vaticinan siestas legendarias.
Pero es que fueron los romanos quienes después, cuando conquistaron Grecia,
hicieron de su capa un sayo con la receta y le dieron consistencia añadiéndole
huevos y horneándola —entre ladrillos calientes, nada de hornos pirolíticos, no
nos pasemos con la imaginación—. Desde entonces, comenzó a extenderse por toda
Europa sufriendo modificaciones y variando de queso empleado para su
elaboración dependiendo del país. Y, como no podía ser de otro modo, la tarta
de queso terminó por cruzar el charco. Por eso hoy es fácil encontrarla en la
carta de cualquier restaurante americano, por ejemplo.
Las muchas recetas que podemos encontrar de esta rica tarta
se diferencian entre las que se hacen en caliente y las que se hacen en frío.
La receta de tarta de queso que yo hoy te traigo no necesita
horno. Es mucho más fresca y ligera que los mazacotes de horno —que también me
gustan— y mucho más fácil y rápida de preparar. Dudo que encuentres una receta
más sencilla que esta. Además, es una opción ideal para el verano cuando
apetecen postres y meriendas frescas. Por eso, hace unos días cuando cumplí
años y quise auto-agasajarme, elegí hacer esta tarta de queso. La vejez se
lleva mejor con dulces caprichos.
Los ingredientes
que necesitas para esta tarta de queso son 2 tarrinas de queso de untar (tipo
Philadelphia), 500 ml de nata para montar, 6 láminas de gelatina neutra, 1
yogur natural, 1 paquete de galletas, mantequilla, azúcar y 1 bote de confitura
de fresa.
Te aconsejo, también, contar con un molde redondo
desmontable.
Los pasos a seguir
son muy fáciles.
Primero tritura la galleta y añade mantequilla a temperatura
ambiente hasta hacer una pasta y extiéndela por la base del molde. Esta es la
típica base de galleta triturada de muchas tartas por lo que te recomiendo que
la cantidad de mantequilla la eches a ojo y recuerdes que no debe estar
derretida completamente.
En un bol, prepara el relleno. Mezcla las dos tarrinas de
queso de junto con la nata para montar —pero no toda, reserva unos 50ml. aprx.—,
el yogur y 6 cucharadas de azúcar. Aunque sea nata para montar, ya que la tarta
lleva gelatina neutra no tendrás que montarla. Eso te va a ahorrar tiempo y
esfuerzo. Asegúrate de remover muy bien la mezcla hasta que no queden grumos. Luego
añade las láminas de gelatina. Te aconsejo que primero las hidrates durante
diez minutos en agua fría y calientes la
nata que has reservado previamente para disolver en ella las láminas, pues en
frío no se disuelven bien.
Una vez hayas agregado las láminas de gelatina neutra
disueltas, echa la mezcla en el molde con la base de galletas y reserva en la
nevera durante al menos doce horas.
Antes de desmontarla cúbrela por arriba con confitura de
mermelada de fresa. Yo utilizo confitura
para que la capa superior quede lisa y sin trocitos, pero si no tienes, puedes
batir mermelada. También puedes sustituirla por mermelada de otro sabor que te
guste más.
Como ves, esta tarta de queso consiste solo en hacer la
típica base de galletas. Un relleno que no tiene complicación ninguna más que
mezclar ingredientes y una cobertura tan simple como untar mermelada. Y el
resultado no puede estar más rico. Esta es mi tarta de queso preferida, con
diferencia. Espero que te animes a hacerla y te guste tanto como a mí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comentar es gratis. Y mi respuesta también.
Deja huella de tu paso por aquí y me harás la mar de feliz.