viernes, 30 de octubre de 2015

10 COSAS QUE PUEDES HACER EN UNA SALA DE ESPERA DE URGENCIAS PARA MATAR EL TIEMPO

urgencias

     
     1-  Conversar con otros pacientes para, sutilmente, dejarles claro que tú estás mucho peor que ellos, tengan lo que tengan, y que si les atienden antes que a ti puede que te mueras mientras esperas y, entonces, tendrán que cargar con eso en sus conciencias toda la vida.  No olvides finalizar tu alegato con una tos carrasposa a modo de punto y final.

2-  Recrearte en tu dolor y hacerlo con la suficiente efusividad como para que tu acompañante y el resto de la sala sepan de tu sufrimiento. Puedes chillar: me duele, me duele. No vaya a ser que alguno sea corto de oídos. También puedes pedir un analgésico aunque te acaben de dar otro.

jueves, 22 de octubre de 2015

GACHAS DULCES PARA EL DÍA DE TODOS LOS SANTOS Y UN POCO DE MEMORIA HISTÓRICA

gachas dulces


“El que come gachas en los santos, está guapo para todo el año”. Hace días, cuando preparaba esta receta, leí ese dicho que jamás había escuchado pero que, al parecer, es muy popular, especialmente en algunas regiones en las que es típico comer gachas dulces el día de Todos los Santos. Así que hoy siento como si te estuviera trayendo la receta de un milagroso elixir de belleza que podrás tomar muy pronto. Aunque el motivo por el que decidí publicar esta receta es otro.

Mi abuela nació pocos días después de que terminara la guerra civil. El hambre de la posguerra es uno de los pocos recuerdos imborrables de su infancia. Una vez me dijo que de niña sus hermanos y ella buscaban en los cajones de casa para ver si, con suerte, se encontraban con algún trozo de pan duro olvidado.

miércoles, 7 de octubre de 2015

LA BOCAPIZZA DE MI INFANCIA TAMAÑO XXL Y RECUERDOS DE LOS 90

bocapizza


Allá por los 90 yo era una niña y mis noches de otoño —especialmente las de los domingos— tenían sabor a castañas asadas y pizzas con base de pan. Aún hoy, algunas noches por estas fechas, cuando pruebo uno de esos dos manjares viajo en el tiempo con el paladar.

Recuerdo que a mis hermanos y a mí  siempre nos encantaban las pizzas que hacíamos en casa —mucho más que cualquier otra comprada ya hecha— y que desde muy pequeños solíamos frecuentar la cocina para hacer nuestros pinitos. Recuerdo, también, que muchas veces ocurría que se nos antojaba hacernos una pizza pero, casualmente, se nos habían terminado las bases de pizza. No sé a quién se le ocurrió la idea primero pero pronto empezamos a improvisar bases rajando por la mitad la alguna pieza de pan que encontráramos en la despensa: vienas, baguettes, bollos… Lo que fuera. Cogíamos esa mitad, la aplastábamos un poco y listo. Problema solucionado. Estas pizzas de pan acabaron gustándonos más que las hechas con una auténtica base de pizza —que al fin y acabo también es una masa de pan— y solíamos hacérnoslas a menudo. Y mendigar “un trocito” cuando alguno de nosotros se preparaba una.