Tengo una hermana pequeña, o lo que es lo mismo, tengo un
agujero en mi armario por el cual se escapan mis mejores modelitos los fines de
semana o cada vez que la susodicha sufre una de sus crisis existenciales de
esas del “no tengo nada que ponerme”. Esta historia es muy común, ¿verdad?
Esta semana iba a hacer la del humo porque he
estado muy ocupada y en mi peregrinaje existencial se me había dado una
conjunción astrológica desfavorable. Es decir, que he estado yo con mis movidas
y mis historias como toda hija de vecino. Pero recientemente fue el cumpleaños
de mi hermana y mi madre le preparó una tarta tan rica y fácil de hacer que me
parecía muy mal por mi parte no publicar la receta. Por lo que me he puesto
frente al teclado esperando que el Universo, si es verdad que conspira por mí,
compense mi buena disposición. No, no me he fumado nada raro ni me he tragado
un libro de Coelho. Hay días en los que, simplemente, me levanto con un
cortocircuito en la caja viscosa llena de cables que guardo en el cráneo y eso,
irremediablemente, termina influyendo en mi particular verborrea. No me lo
tengas en cuenta.